enero 30, 2006

El último mensaje


Tras un año de silencio, el Gran Mago tomó su manto, su báculo y su lámpara, y salió de su ermita para hacer el recorrido final, la gran marcha que una voz interior le indicaba debía realizar para completar su crecimiento y su vida terrenal.

Después de todos estos años de escuchar a los hombres había escuchado tantas lenguas que le era imposible establecer cuántos sinónimos conocía de la palabra amor.

Había andado ya por los caminos del desierto y por la selva, había ascendido tres veces cada montaña sagrada y nadado en cien ríos, desde los más puros hasta los más turbios. Había superado la malaria y aún continuaba su lucha contra el cáncer. Pero ahí estaba, con el rostro sereno de quien se sabe dueño de sí mismo y con la mirada soñadora de quien a pesar de los años se va tornando cada vez más sencillo y más enamorado de la vida.

Por sus oídos habían transitado palabras de amor y de odio, de aquellos que se mofaban de su renuncia ante la riqueza y de quienes le alababan en su sabiduría.

El Gran Mago sabía hacerse escuchar, pero prefería no hablar mucho. Si tenemos una boca y dos oídos no es porque sí, solía decir, porque el silencio nos libera de la esclavitud en que nuestras propias palabras insisten en encerrarnos.

Su ermita era sencilla, propia de aquel que predicaba la libertad del hombre. Más de alguna vez tuvo que explicarse señalando: "No tengo sólo lo que no necesito y si llegara a necesitar más de lo que tengo es sólo una ilusión, una artimaña para entramparme e impedirme desarrollar mi libertad". Sin embargo, no criticaba a los ricos, más bien los compadecía: decía que quien más tiene es más esclavo, porque de tanta conquista y tantos tesoros acumulados, al final termina volviéndose esclavo de aquello que pretendía haber conquistado.

Y si bien no anhelaba muchas cosas, cuando quería emborracharse o hacer el amor a una mujer no dudaba en hacerlo. Decía que la esclavitud deriva de la ambición y no de aceptar lo que el cuerpo o el espíritu perciban como agradable.

Solía decir que el cuerpo de una mujer es como la suave brisa que recorre nuestra alma y le entrega la frescura y el aliento como para amar aún más este sagrado viaje que es la vida.
Pero ay de aquel que renuncia a la libertad esencial de ser uno mismo, sea en virtud de una mujer, de un amigo o de las circunstancias; porque el siguiente paso será siempre más doloroso que el anterior y las ligaduras se transformarán en telas de araña que aprisionarán el corazón hasta estrangularlo y asfixiarlo... de modo tal que aquella sublime brisa puede acabar transformada en la tempestad más horrenda que acabe alejándonos de nuestras propias decisiones, de nuestro centro, de nosotros mismos.

Porque, de ser así, ciegos y maniatados, no por el amor, sino por el egoísmo y la vanidad, nos transformamos en esclavos de las pasiones y perdemos lo único auténticamente nuestro que podemos entregar en una relación: nuestra dignidad y respeto. Si no nos respetamos y no nos amamos, el amor y el respeto que podamos entregar no serán más que ilusas quimeras fantasmales, espectros que al recibir el primer abrazo de la realidad mostrarán su verdadera condición, desvaneciéndose en la nada, dejándonos en el abismo más absoluto, sin poder entregar, sin poder recibir: sin poder amar.

...Y el Gran Mago sabía de amor, había amado tantas veces en su vida que la sombra del árbol construido con las hojas que cada relación le había significado, le brindaba tal sombra que jamás desfallecería por el abrasador sol del desierto.

Y él sabía del desierto casi tanto como del amor... sabía que su nombre significaba la "tierra roja", en contraposición a la "tierra negra", que era aquella que engendraba la vida y la muerte. La "tierra negra", aquella que cíclicamente se inundaba con las aguas del río, para dar muerte a todo lo que allí se encontraba, pero que sólo gracias a esas aguas que engendraban muerte era posible que surgiera más vida; por eso el negro era el color de la vida para algunos y de la muerte para otros... porque a fin de cuentas la vida y la muerte no son más que una sola cosa.

Porque todo es uno y uno es todo. Tanto así que acostumbraba a decir que entre todos nosotros, aunque existen diferencias de género, no existen diferencias de especie. Todos somos femenino y masculino al mismo tiempo. Es decir, aunque nuestros sexos puedan diferir, nuestras esencias son compartidas.

La dualidad es siempre sólo un artificio para comprender de mejor forma las cosas, es el análisis que todo entendimiento requiere, pero el cual es incompleto e ilusorio si no es vuelto a su origen por medio de la síntesis conciliadora... y esa síntesis conciliadora, esa profunda capacidad de armonizar la existencia, eso es precisamente el "amor".

El amor es la raíz de todo y a todo trasciende. Si somos capaces de romper las vendas que se empeñan en poner ante nuestros ojos las ilusiones y los egoísmos vanidosos, entonces podremos descubrir el amor en todo cuanto existe.

Más allá de la fantasía, de la cotidiana realidad que a cada uno le toca vivir, allí se encuentra la única existencia que de verdad existe, el único sonido que trasciende en toda nota y acorde musical, el único color que se anida en todo rayo de luz: es la materia prima de toda obra; está en todas partes, pero casi nadie la ve. Esa sublime esencia no es otra cosa que el amor: el sagrado descubrimiento de que aquello que los hombres llaman Dios no es más que la paz de mirarse en un espejo, el espejo de la realidad, que no es sino que nuestra propia imagen, nuestra propia semejanza con el amor.

...Y el Gran Mago tomó entonces su lámpara que le iluminaría cuando cegado por la ilusión, no pudiera guiarse por la razón o por su corazón. Tomó también su manto con el que abrigaría su corazón cuando el hielo de los hombres malintencionados pretendiese herirle. Y tomó también su cayado, aquella vara que desde hace tanto tiempo le acompañaba y que le recordaba que también era un cuerpo físico que debía cuidar y preservar... porque el Gran Mago había aprendido que uno no es un espíritu atado a una materia, sino una gran unidad que por la magia de la existencia se había convertido en un único ser, en que el cuerpo y el espíritu se necesitaban mutuamente para alcanzar la felicidad.

Así, con calma, pero con cierta melancolía, se despidió de la gente del pueblo, de sus Hermanos de existencia, se ató a su cintura un jarro con agua de la fuente de la plaza, se aprovisionó con un gran trozo de pan y emprendió la marcha.

...Y se le vio alejarse dejando entre la gente del pueblo el recuerdo de un Gran hombre, un Gran Mago, cuya mayor prodigio fue transformarse a sí mismo y hacer a cada uno de los aldeanos que le conocieron un poco más hombres, un poco más felices.

Su recuerdo es lo que le ha transformado en inmortal. Y su recuerdo no nos habla de un nombre o de algunas señas físicas, sino que su recuerdo se resume claramente en el mensaje que dejara grabado en las piedras de la fuente, al momento de sacar las últimas gotas de agua que bebería de ella: "La felicidad, la eudaimonía, está en bañarse con las aguas de la Conciencia para limpiarse de ilusiones y descubrir que realmente sí existimos".

(Originalmente escrito en Santiago, el 17 de diciembre de 2004)

enero 16, 2006

Eros

Para el mundo griego clásico, en particular para Platón, existirían varios conceptos que hoy en día relacionamos con el amor. "Eros" es el amor como deseo amoroso o pasión, "Philia" en tanto es la amistad y "Agapé" el amor en general.

Eros es sólo posible entre seres humanos y es expresión de la tendencia fundamental y constante del hombre hacia el bien, la cual es posible por la vía del conocimiento.

En El Banquete, Platón señala que: "En efecto, éste es precisamente el camino correcto para dirigirse a las cuestiones relativas al amor o ser conducido por otro: con la mirada puesta en aquella belleza, empezar por las cosas bellas de este mundo y, sirviéndose de ellas a modo de escalones, ir ascendiendo continuamente de un solo cuerpo a dos y de dos a todos los cuerpos bellos, y de los cuerpos bellos a las bellas normas de conducta, y de las normas de conducta a los bellos conocimientos, y a partir de los conocimientos acabar en aquel que es conocimiento no de otra cosa, sino de aquella belleza absoluta, para que conozca por fin lo que es la belleza en sí. En este instante de la vida, querido Sócrates -dijo la extranjera de Mantinea-, más que en ningún otro, vale la pena el vivir del hombre: cuando contempla la belleza en sí."

Más tarde, una idea similar pero con un giro distinto será planteada por el cristianismo. Es así como leemos en la Biblia que "Dios es amor" (1 Jn 4, 8). Dicho concepto es elaborado por San Agustín, señalando que para el ser humano, tanto individualmente como especie, el sentido de la vida es la lucha entre el amor a Dios y el amor a sí mismo. Y, a su vez, de esta dualidad, los escolásticos diferenciarán entre el amor de benevolencia, desinteresado, y amor de concupiscencia, egoísta.

Según Freud, el Eros se refiere al instinto o pulsión de vida, al cual se opone el instinto o pulsión de muerte, que luego sería conocido como "Thanatos".

Sartre, por su parte, plantea que "el amor es una empresa contradictoria condenada de antemano al fracaso". El proceso que describe sarte es aproximadamente así: El otro aparece ante nuestra conciencia como alguien que contempla desde fuera nuestra propia subjetividad, de modo tal que, "La fuerza de su mirada desconcierta y tendemos a hacer del otro un objeto de conciencia, hundiéndolo en la subjetividad, para evitar sentirnos sometidos a su mirada. Como la libertad del otro es irreductible, debemos asumir, como proyecto la idea de hacernos amar por el otro: si deseamos poseer a los demás, no basta poseer el cuerpo, hay que adueñarse de la subjetividad, es decir, del otro sujeto en cuanto ama. La empresa es imposible y siempre condenada al fracaso, porque hacerse con la subjetividad del otro es hacerse con su libertad, y ofrecerse a la libertad del otro es constituirse en objeto, alienar la propia libertad. Es una empresa de dioses, imposible para el hombre, y por eso «el hombre es una pasión inútil»"

Pero, después de tanta vuelta, ¿qué es amor para cada uno de nosotros?.

Por mi parte, debo confesar que tengo algunas teorías, teorías a las cuáles también amo y que por lo tanto están llenas de la subjetividad propia del amor.

En primer término, está claro que existen diversos tipos de amor (filial, fraternal, conyugal, parental, etc.) pero al parecer todos ellos refieren a una misma esencia, a una misma emoción aunque canalizada de diversos modos, dependiendo del objeto hacia el que ella se dirige.

En lo personal, yo me imagino al amor como un centro, una fuente primordial que vierte sus aguas luminosas para que quienes estén atentos y logren contemplarlas se nutran de ellas. Una fuente que es a la vez el centro de toda la existencia, por cuanto es en verdad el punto que refiere al círculo que le rodea. Ese punto, que bien pudiera ser llamado dios, es en verdad el ser en su más pura y absoluta realidad. Alrededor de él, reflejando el ser, se encuentra la existencia y en ella nos encontramos subsumidos todos aquellos seres que existimos desintegradamente.

El amor entonces, es aquello que nos recuerda que en verdad somos un único ser, es, por decirlo así, la universalidad, la vocación de universo que rige lo diverso que somos nosotros. El amor entonces es ni más ni menos que aquello que nos conduce y nos llama hacia el hombre integral.

Obviamente no me refiero necesariamente a una existencia física del amor como centro, pero es una existencia tan real como el significado de las palabras y como cualquiera de nuestros pensamientos. Es una existencia simbólica.

Si ese amor existe en el centro alrededor del cual giramos todos, no obstante, nos está velado contemplarlo directamente. De hecho los judíos plantean que es imposible mirar a Dios a la cara y el único hombre que lo habría hecho pudiendo sobrevivir habría sido Jacob.

Pues bien, ¿estamos entonces condenados, tal como lo señalaba Sartre, a la imposibilidad real del amor?

A mi modo de ver, existen alternativas. Una de ellas es la visión que logran los místicos al alcanzar la iluminación necesaria para acceder a la conciencia de ser uno con la existencia y con dios.

Otra alternativa, menos mística, pero más humana es la del amor pasional, de Eros.
Eros, como por todos es sabido, no existe de manera concreta: es un símbolo. Pero los símbolos sí tienen existencia y su función es la de reflejar ciertas realidades superiores o meta-abstractas que nos es imposible distinguir directamente por nuestro entendimiento.

Debido a la excesiva meta-abstracción del amor -o de dios-, sólo un símbolo muy especial nos permite ver su reflejo. Ese símbolo tan especial es otro ser humano, un ser humano, eso sí, que reúna ciertas características especiales que nos permitan ver ese reflejo.

Por cierto que del amor que hablamos no es un amor etéreo, sino uno muy concreto, tan concreto como aquellas pasiones que devoran el cuerpo y que hacen estremecernos cuando aquella amada nos ilumina con su mirada y nos abraza con su cuerpo.

La creación, por tanto, es fiel reflejo de ese amor del cual hablamos, por cuanto es la victoria del ser por sobre la diversidad. Es una dualidad -una diferenciación- que se fusiona y que logra realizarse en una nueva unidad. Es la generación producto de la diferenciación sexual y que se traduce en una nueva vida.

Ahora bien, es probable que sean más de uno los seres humanos en que podamos contemplar el reflejo de ese centro, algunos reflejarán más nítidamente, otros lo harán con ciertas deformaciones. Lo cierto es que probablemente nuestra búsqueda del amor se traduzca más bien en una búsqueda sagrada en que procuramos encontrarnos con dios en el rostro de quien amamos.

Y, porque no decirlo, creo haber divisado a Dios varias veces, pero aún lo sigo buscando... no en las nubes ni en las iglesias, sino en el calor y la luz de otro ser humano.


Santiago, 04 de noviembre de 2005.

enero 03, 2006

EL GRAN MAGO

Silencio... el Gran Mago ha hablado.

Ha dicho en su prédica lo que las lenguas humanas ni en mil años podrían señalar. Sus palabras nos traen el aliento divino que, aún sin estar concientes de ello, nos inundan de amor y sabiduría.

El Gran Mago ha hablado y ha dicho que cada uno de nosotros no es más que un suspiro de Dios, no es más que la tenue luz de una vela. Pero somos luz, somos parte de Dios y por ello somos tan grandes que jamás descubriremos nuestros límites.

El Gran Mago ha dicho que debemos estar atentos a la picadura del Escorpión. El equilibrio equinoccial de la balanza nos ha preparado para sumergirnos en las tinieblas y bajo el negro ropaje del escorpión deberemos morir para poder renacer y volar por las alturas.

Que qué somos, pues bien, el Gran Mago nos dice que somos aquello que seamos capaces de ser. Sólo basta con perder el miedo y dejar que el escorpión nos ronde, nos seduzca y nos inyecte de su veneno... porque si hemos seguido los pasos, si hemos superados las pruebas y hemos purificado nuestros corazones, ese veneno acabará con todo lo profano que nos ata a las vanidades de este mundo.

Vanidad de vanidades, todo es vanidad, así dijo el Predicador... todo cambia a nuestro alrededor, los campos, los ríos, los rostros de nuestros amigos; todo cambia, pero la esencia permanece. La materia prima de la Gran Obra siempre estará allí inmaculada, virginal, esperando por nuestra mirada para ser descubierta y ser fecundada con nuestras acciones. La Gran Virgen aguarda, tal como Penélope, el regreso de la Palabra, de aquél con quien engendrar más Palabra y más vida.

Tal como el ciclo anual la vida no es más que un dar vueltas sin sentido aparente, pero si escuchamos las palabras del Gran Mago y buscamos vivir en nosotros mismos la esencia de cada ciclo lograremos trascender el eterno retorno. El río está compuesto por infinitas gotas, esas gotas son el río, pero el río no es esas gotas... el río es una esencia, una sacralidad anidada en cada molécula de agua, pero que las trasciende, tal como la vida nos trasciende a cada uno de nosotros, pero aún así somos la vida.

Basta con simple y llanamente dejarse caer... soltar los lastres que nos atan a la imaginaria y supuesta realidad objetiva, para sumergirnos en la verdadera existencia, en la Suprema Unidad, en la única realidad que de verdad debe importarnos: la realidad de ser cada uno y de ser uno sólo con todo y todos los demás.

El Gran Mago ha hablado, pero también ha callado y ahora espera que sea nuestra propia conciencia la que tome la palabra, que escoja un camino y nos dé la luz y la fuerza necesaria como para seguirlo.

(Escrito hace ya un tiempo atrás en la Selva Santiaguina)

enero 02, 2006

El Túnel 2.0

Pues bien, mucho de lo que uno es lo define lo que uno hace. Parte de lo que hago es mi trabajo, el cual transcurre entre rejas y paredes, en una Unidad Penal.
Allí he podido conocer otros mundos, otras realidades, otras formas de vivenciar...


EL TÚNEL 2.0


Mientras miro por mi ventana se produce nuevamente la extraña mezcla de cerros y de smog con grupos de personas, tan personas como cualquiera, caminando de aquí para allá y de allá para acá. Tirar la huincha le dicen. Y a lo lejos veo que mueven sus labios como si conversaran, como si quisieran oídos para escuchar sus problemas con la familia, con la vida que está afuera de las rejas, pero que, a pesar de todo, aún permanece en el interior, al interior de cada pensamiento y de cada ilusión de libertad. Otros en medio de la cancha se arrodillan e imploran con los brazos extendidos hacia el infinito, como esperando que la fe los libere y haga el milagro de que los días, las semanas, los meses se tornen en segundos para ver "la calle" nuevamente.
Y muchos de ellos caminan intentando disimular la resaca de la chicha o de los pitos compartidos la noche anterior y que sólo por "un peso" les permiten olvidarse aunque sea por una horita que la "cana" los rodea y los asfixia. Pero también están los otros, las "mentes", que tienen su propia manera de pasar la "cana": no necesitan demostrar tanta "choreza" ni ensuciarse las manos con nada ni nadie; aquí hacen sus negocios y no molestan si es que no los molestan a ellos.
Más tarde, no importa quien seas ni cuánta transpiración recorra la espalda, siempre vendrá el matecito de la tarde, ese fraterno brebaje que circulando de mano en mano inspira a contar los pormenores de los delitos más impensados e increíbles. Pero en la cana la vida es así, hay que "hacerse ficha" para ser respetado y no importa si llegaste por robarle algunas chauchas a alguna abuelita, el caso es que esa historia termina siendo un gran asalto a un banco o a la casa de algún importante empresario.
De mentiras y de ilusiones se viste la rutina carcelaria. De vicios y de impudores se rodea el poder al interior de las rejas y los metálicos portones.
Y quizás la peor cárcel de todas no es aquella que limita los movimientos, sino aquella que limita el pensamiento. Si entras al sistema, ingresas a la diaria lucha por sobrevivir, por no ser "perkineao", por demostrar que eres de los "víos" y no estás ni ahí con los "giles", esos que trabajan con contratos y que tienen que darle duro todo un mes para ganar lo mismo que puedes hacerte en un buen fin de semana o con un buen dato.
Esta mañana, de hecho, uno de ellos me contaba acerca de su delito. Estaba por homicidio simple. Pero, claro, no fue culpa suya... a pesar de que me decía al mismo tiempo que había sido él quien había arrebatado con su filo la vida que corría por el otro fulano. Pero es que el otro se había metido con su mamita, la había "colgao" y él no podía quedarse así no más, "la mamita hay que respetarla", así que no tuvo otra opción que ir y desquitarse. "No fue culpa mía", me decía, "fue culpa de él porque se metió con mi mamita".
Y así viven en función de reflejos, como si fueran sólo músculos que se limitan a reaccionar automáticamente ante los estímulos. Las cosas son así no más. Así es la vida. Este mundo es de los "víos".
Y ese mundo acosa, persigue y no te deja libre, ni aunque salgas a la calle nuevamente: cumplido, con la "condi" o con la dominical.
Bueno, afortunadamente ese ajeno mundo está suficientemente lejos como para tocarnos. Y cuando lo hace es sólo tangencialmente. Cuando nos intercepta, nos remueve, es cierto; la impotencia nos inunda y sobrecoge, la rabia revuela por nuestras cabezas, pero con un poco de tiempo, con las palabras de quienes nos quieren, la herida va cicatrizando hasta que paulatinamente ese traumante asalto o aquel imborrable robo del que fuimos objeto pasa a ser sólo un mal recuerdo.
...Pero, no estaremos nosotros también en un mundo parecido, que, al final, de tan nuestro que es, tampoco nos damos cuenta de ello. Porque, a fin de cuentas, nuestra cárcel es más grande, pero nuestra condena también es mayor. Estamos prisioneros de por vida en este planeta.
Y creemos que tomamos nuestras propias decisiones, pero si lo pensamos un momento, muchas de ellas no son más que reflejos que hemos aprendido. Si me siento agredido me defiendo e incluso a veces soy yo mismo el que agredo antes de arriesgarme a ser el agredido. Porque en el fondo no podemos negar que esto de "ganar" igual nos interesa.
Es cierto, no se trata de que seamos ni los más prejuiciosos ni los más juiciosos. Somos lo que somos y eso está a medio camino entre la libertad y la esclavitud. Quizás tan solo somos libres para escoger nuestros Señores... Y buscamos dioses a los cuales seguir, ideologías que nos guíen, que nos hagan sentir más seguros.
¿Seremos capaces de al menos cumplir hidalgamente nuestra condena?
Por mi parte, reconozco que a lo mejor soy un cobarde y estoy sólo huyendo de asumir que no soy más que un montón de células reunidas azarosamente. Pero encontré un túnel y lo voy a terminar de cavar por mí mismo. Un túnel que me sacará de esta oscura realidad y que talvez no haga otra cosa que llevarme a otra prisión, pero quiero y persisto en mi decisión de ser libre, o al menos más libre de lo que soy ahora.
El túnel de la inmortalidad ha ensuciado mis uñas al cavarlo, mi espalda está adolorida por el trabajo, pero he avanzado y en las noches de ardua labor, cuando los pulmones duelen de tanto polvo acumulado en ellos, varias veces he creído ver la luz del otro lado, como un pequeño faro o, mejor aún, como una lejana estrella que hipnóticamente atrae, como un imán que me impulsa a avanzar y que quizás sea únicamente el reflejo de la luz que dejo atrás. Pero algo me dice que realmente existe ese otro mundo y que ese túnel quedará ahí esperando para que otros más puedan escapar. ¿Alguien de ustedes me quiere acompañar?.


Santiago, 23 de marzo de 2005

enero 01, 2006

El inicio

Justo hoy, un 01 de enero de 2006 después de pensar que el tiempo nunca alcanza como para mantener activos estos sitios, me decidí a crear uno.
No sé exactamente lo que pasará con este blog. Probablemente me servirá como una especie de libreta de apuntes o de bitacora vital, en la cual poder ir dejando plasmadas parte de las ideas que más de alguna vez rondan mi cabeza y que en algunas ocasiones me gustaría tener el tiempo suficiente como para poder conversarlas con otros para corregirlas, mejorarlas o simplemente desecharlas.
Hoy es el inicio de la historia de este blog y, como todo comienzo de una historia, es sólo una esperanza de futura realización. Es como la esperanza que simboliza el niño que religiones como la cristiana, la budista o la mithraica han querido hacer presentes para inspirar a sus seguidores, como un sutil fermento para remover en su inconciente la importancia de mantenerse firmes frente a los devenires de la vida.
Esas religiones, nacidas en el hemisferio norte, así como quienes comparten con ellos sus circunstancias, probablemente viven estas fechas de manera muy distinta a quienes estamos en sus antípodas. Allá el invierno arrecia, la oscuridad y el frío se enseñorean; hace sólo unos días la noche más larga del año ha hecho sentir sus efectos en la naturaleza y en el ser humano, por cierto, como parte de ella que es.
Mitos de niños que nacen en oscuras y pobres cavernas nos recuerdan la escasez de alimentos que rodea a esas culturas en estas épocas del año. Es la semilla que aguarda bajo la tierra, sufriendo la putrefacción, en la incertidumbre de si logrará convertirse en el alimento que coronará las cosechas... pero hoy todo es simple y pura esperanza; y con esas esperanzas deben procurar construir un futuro.
En ese contexto también nace el mito del bicéfalo Janus, el legendario dios romano (al parecer el único originario del Lacio), quien con un rostro analiza y evalúa el pretérito, y con el otro proyecta y sueña con el mañana. Hoy comenzarían en la Roma antigua las calendas januarias, celebraciones en honor de Janus y que de algún modo impelaban al escrutamiento de lo realizado en el ciclo anual que culmina y, a partir de ello, a la esperanza razonada de un porvenir fructífero.
Riquísimos mitos, de los cuales podemos extraer infinidad de corolarios. Sin embargo, acá, en el austro del mundo, al sur del trópico de capricornio, nuestras circunstancias son distintas. Tenemos el privilegio de tener sobre nuestras cabezas la máxima de la fuerza, la luz y el calor con que nos puede coronar el astro rey. Y ello posibilita que nuestro año nuevo implique un análisis centrado en otra tópica. Ya no es la incertidumbre y la esperanza, sino la cosecha y el reconocimiento el que puede guiar nuestra reflexión.
Claramente es cada uno el único que puede sacar sus propias conclusiones acerca de lo vivido y lo por vivir en "su vida".
Pero, al menos para mí, es mucho mejor tener la máxima luminosidad y la plenitud del calor estival para realizar las evaluaciones y las planificaciones propias de esta época.
La máxima luminosidad que espero de algún modo permita que mi mente vea claro y que el entendimiento logre iluminar cada rincón necesario... Y la plenitud del calor para que abrigue mi corazón de modo tal que entregue la fuerza necesaria para poner lo planificado en acción.
En cualquier caso -y como nunca está demás recordar- este día es tan sólo uno más. Somos nosotros quienes le otorgamos tal o cual significación.
A fin de cuentas, siendo sólo un día más, con análisis o sin análisis, con felicidad o depresión, con festejos o con austeridad, sólo se trata de continuar viviendo...
... Y mi vida, por cierto, espero que me permita seguir creando nuevos ciclos y nuevas metas, nuevas tareas y nuevos desafíos y que, en fin, me permita seguir abriendo puertas en este incomparable tránsito por la delgada línea que divide lo que fue de lo que vendrá.
Erick.