junio 06, 2010

EL CONSUMO DE DROGAS: TESEO ENFRENTADO AL LABERINTO -Una breve contextualización


(Reproduzco parte de un texto mío que fue presentado y publicado en los Anales del V Congreso Latinoamericano de Psicología Junguiana)


La ingesta de sustancias para lograr estados alterados de conciencia es un fenómeno presente desde tiempos inmemoriales en las más diversas culturas. Históricamente el uso de drogas ha cumplido mayoritariamente una función místico-religiosa o de práctica curativa; la utilización de éstas con una finalidad meramente recreacional es, al menos en la cultura occidental, de inicio relativamente reciente.

El consumo recreativo de drogas se inicia masivamente en la segunda mitad de la década de los 60, particularmente relacionado con los movimientos juveniles de moda. En Chile un estudio de 1972 arrojaba que el 12,6% de los estudiantes secundarios había fumado marihuana alguna vez en su vida; y en estudios más recientes sigue advirtiéndose que el consumo de drogas se focaliza en los adolescentes y jóvenes.

Nos encontramos así con un fenómeno que, aunque posee una existencia milenaria, sólo en las últimas décadas ha adquirido ribetes problemáticos y hasta patológicos, focalizándose en el mundo adolescente y juvenil.

Ahora bien, no todo consumo de drogas puede ser entendido clínicamente como una patología. De hecho, las dos clasificaciones de enfermedades mentales más usuales, tanto el DSM-IV como el CIE-10, requieren de ciertos "patrones desadaptativos" para que un consumo pueda ser considerado como perjudicial. Además, ambas taxonomías requieren aún de mayores factores para considerar una dependencia.

El problema entonces no está en la droga misma sino en su consumo de manera perjudicial. Es así como existe un consumo no disfuncional de drogas, ya sean legales o ilegales, diferenciado sólo gradualmente del consumo de tipo abusivo o perjudicial; es decir, tal como lo señalara Carl Jung en sus días: "la enfermedad es una variación de lo normal".

Por otro lado, en la clínica de adicciones es posible dar cuenta de cierta correlación entre el fenómeno del consumo perjudicial de drogas y el de la delincuencia. De hecho, según el autor español Manuel Sánchez Chamorro, "comúnmente se confunden ambas actividades; sin embargo, ni todo adolescente antisocial es drogadicto ni el drogadicto es siempre un delincuente".

Ahora bien, según señalan estudios de CONACE, las "pautas de consumo" de drogas entre adolescentes no se dan al azar, sino que más bien se concentran “en sus actividades de fin de semana y en un contexto de liberación y "descontrol'".

El consumo de drogas, las acciones delictivas o las conductas irresponsables en materia sexual, más que referirse a problemáticas de fondo, constituyen entonces simbolizaciones de necesidades subyacentes comparables con aquellas conductas de riesgo que debían superar los miembros de las sociedades más arcaicas para acceder al mundo de los adultos, a través de los llamados "ritos de paso".

Las variaciones en el último tiempo se explicarían por el hecho de que, al decir del CONACE, "a los adolescentes actuales no se les ha dejado el espacio para la trasgresión. Los padres de los adolescentes actuales, sobre todo en sociedades europeas, a fuerza de querer ser liberales, han perdido la capacidad de indignación con sus hijos, quedándose éstos sin muñeco contra el que tirar sus dardos".