De esta manera, para el recién nacido, prácticamente carente de conciencia, el quantum simbólico es extraordinariamente escaso en diversidad, pero extraordinariamente extenso en profundidad. La diversidad y la profundidad serían dos aspectos o dimensiones de este quantum simbólico.
La diversidad daría cuenta de la cantidad de símbolos que son posibles de identificar como tales por la cultura o individuo; en tanto que la profundidad correspondería a la fascinación o carga vivencial que los elementos simbólicos logren despertar en el observador.
A partir de este quantum simbólico se construirán los diversos sistemas simbólicos específicos, en cada uno de los cuales sus componentes se encontrarán relacionados interdependientemente, explicándose unos a otros y colectivamente direccionados hacia una equifinalidad. Claro está que es posible establecer metasistemas simbólicos, los cuales revelan un sentido unitario común para toda la humanidad, esto es, un inconsciente colectivo.
Por otra parte, debe señalarse que el quantum simbólico sólo surge en presencia de un observador que lo experimente y por lo tanto sería consustancial a él. Por su parte, por cuanto el símbolo sería la forma en que los arquetipos se hacen presentes en la conciencia humana, la actitud simbólica daría cuenta de la capacidad de percibir concientemente el quantum simbólico de un elemento simbólico determinado.