diciembre 28, 2006

El símbolo y la perspectiva Junguiana



Carl Jung, estudioso del simbolismo tradicional anidado en artes como la alquimia, descubre que en general dichas artes aluden al símbolo como algo trascendente, no convencional y universal. A partir de tales reflexiones, Jung llega a entender al símbolo como "la mejor designación o fórmula posible de una situación factual relativamente desconocida, pero cuya presencia se conoce o se exige".

Pero Jung va más allá y aún más específicamente señala que “un símbolo no es un signo arbitraria y deliberadamente establecido, de un hecho conocido y concebible; sino una expresión manifiestamente antropomorfa, y por ello limitada, y sólo parcialmente válida, de algo suprahumano y sólo concebible hasta cierto punto. El símbolo es sin duda la mejor expresión posible, pero permanece por debajo de la altura que corresponde al misterio que designa”.

En dicho sentido, Jung nos señala que los símbolos no deben ser confundidos con los "signos", los que corresponderían a elementos "semióticos" poseedores de "un significado fijo", por cuanto constituyen abreviaturas convencionales para una cosa conocida, o alusiones a ella de uso generalizado. El símbolo en cambio, a diferencia del signo, posee "numerosas variantes análogas, y de cuantas más disponga tanto más completa y exacta es la imagen que esboza de su objeto".

Ahora bien, esta noción de símbolo podríamos decir que da cuenta de un objeto de estudio que, en términos más generales, podría llamarse "fenómeno simbólico". Con tal denominación podríamos entender el sistema conformado por un elemento simbólico o simbolizante, por un lado, y nuestra percepción, por el otro lado.

El elemento simbolizante puede ser de diversas índoles —ya sea gráfico, gestual, ritual, mítico, etc.—, pero deberá estar en condiciones de, al menos potencialmente, impactar en algún grado o forma la percepción del observador.

Claro está que si nuestra percepción no está abierta a aprehender dicho fenómeno, éste no generará impacto real alguno; por lo cual una “actitud simbólica” por parte del observador es un requisito indispensable para la existencia del fenómeno simbólico.

Ahora bien, el simbolismo corresponde, según Paul Diel, a un “conocimiento intuitivo del funcionamiento psíquico”. Esta afirmación adquiere plena luz si consignamos la aseveración junguiana de que "todos los símbolos, en su variedad infinita, en tanto son imágenes libidinales pueden reducirse en suma a una raíz muy sencilla: la libido y sus propiedades".

De este modo, podemos concordar con Fromm en cuanto a que “el lenguaje simbólico es un lenguaje en el que el mundo exterior constituye un símbolo del mundo interior, un símbolo que representa nuestra alma y nuestra mente”.

diciembre 14, 2006

Del Lenguaje al Símbolo


El filósofo inglés Bertrand Russell establece que “el lenguaje es un medio de exteriorizar y dar a conocer nuestras experiencias”; agregando que dos serían sus “fines primarios”: la expresión y la comunicación. No obstante, debemos considerar que tal comunicación no necesariamente se lleva a cabo hacia el exterior de la psiquis de cada ser humano, sino que también ocurre constantemente hacia su propio interior —por ejemplo, a través de reflexiones y “autodiálogos”— y no sólo a nivel consciente, sino también inconscientemente —por ejemplo, mediante recuerdos y sueños—.
Por su parte, el terapeuta y teórico de las comunicaciones Paul Watzlawick describe la existencia de dos tipos de lenguaje: uno con caracteres de "objetivo, definidor, cerebral, lógico, analítico” —identificado como ”el lenguaje de la razón, de la ciencia, de la interpretación y la explicación"—; y otro que podría ser llamado “el lenguaje de la imagen, de la metáfora, del pars pro toto, acaso del símbolo y, en cualquier caso, el lenguaje de la totalidad”.
De igual modo, en lingüística es posible distinguir dos modos de comunicación: el digital y el analógico. La modalidad digital es aquella en que para referirse a algo se utiliza una “designación que sólo tiene con lo designado una mera relación arbitraria”, es decir, convencional. En tanto que si entre la designación y lo designado existe una relación de semejanza de algún tipo, se está en presencia de la modalidad analógica.
Ahora bien, una característica relevante del lenguaje consiste en que ”no sólo sirve para expresar pensamientos, sino también para posibilitar pensamientos que no podrían existir sin él”. En tal sentido es posible entender “el aspecto creador del uso del lenguaje”, que es explicado por Noam Chomsky como la capacidad propia del ser humano “de expresar pensamientos nuevos y entender expresiones del pensamiento enteramente nuevas”. Claro está que podríamos redefinir la utilización del término “pensamientos” más bien como "productos psíquicos", incorporando así explícitamente la globalidad de la psiquis humana y sus funciones.
Desde una perspectiva similar, el filósofo germano Karl Jaspers señala que no todo el pensamiento consiste en “conceptos expresados a través de palabras” e indica que el modo de pensar primitivo se construye sobre imágenes, figuras, mitos, dioses, paisajes, colores, fenómenos de la naturaleza, etc. Y afirma que es precisamente esta forma de pensar la que fundamenta nuestro actual “lenguaje en palabras”; de modo tal que el pensamiento arcaico, sin “lenguaje en palabras”, habría cumplido el rol de ser “un germen y una transición” hacia un lenguaje más elaborado.
Por cierto que tanto la lógica como las matemáticas “no habrían prosperado como lo han hecho si los lógicos y los matemáticos hubiesen recordado continuamente que los símbolos deben significar algo”; por lo que es necesario reafirmar el hecho de la existencia paralela de dos formas de lenguaje.
Ambas formas de lenguaje conviven constantemente en nuestro ser, por lo que, de una manera muy general, sería posible entender sucintamente los procesos de comunicación humana como la utilización de referentes para "designar" fenómenos a los cuales se quiere aludir.
En virtud de las particularidades de los procesos comunicacionales es que algunos autores llegan incluso a considerar al lenguaje como “una posesión específica característica de la especie humana”. No obstante, Russell señala que “en materia de lenguaje como en otros ámbitos, hay una gradación continua desde la conducta animal hasta la del más preciso hombre de ciencia”.
El lenguaje de los símbolos, en tanto presente en toda la especie humana, es probablemente la más universal de todas las lenguas. No obstante, en palabras de Erich Fromm, es un "lenguaje olvidado" que aunque es universal y emana en sueños, artefactos, religiones o ideologías, el hombre por lo general no logra apreciarlo conscientemente, quedando a merced de lo que tal lenguaje provoque directamente a su inconsciente personal.
Fromm propone la existencia de tres clases de símbolos: el convencional, el accidental y el universal.
Los símbolos convencionales corresponden a aquellos que no guardan una “relación interna” entre el símbolo y aquello que es representado, sino que su relación es meramente producto de un acuerdo o una costumbre; ejemplo de lo cual serían la mayoría de las palabras utilizadas para designar cosas, así como otros emblemas tales como las banderas de los países o las señales de tránsito.
Los símbolos accidentales serían aquellos que tampoco mantienen una relación interna, no obstante, son producto de experiencias particulares que imprimen al símbolo de un significado distintivo y particular para el individuo que lo observa.
Finalmente, el símbolo universal es aquel en el que se establece una “relación intrínseca” entre el símbolo y lo simbolizado, como por ejemplo el símbolo del fuego, puesto que, entre otras cosas, podemos decir que “describimos con él, una modalidad anímica de energía, ligereza, movimiento, gracia, alegría”.
Por su parte, la Antropología Filosófica de Ernst Cassirer reflexiona entorno a que “el hombre ya no vive solamente en un puro universo físico sino en un ‘universo simbólico’”, de modo tal que el lenguaje, el mito, el arte y la religión vienen a constituirse en partes de dicho universo, conformando “los diversos hilos que tejen la red simbólica, la urdiembre complicada de la experiencia humana”. Y avanza aún más en su radical definición, argumentando que “la razón es un término verdaderamente inadecuado para abarcar las formas de la vida cultural humana en toda su riqueza y diversidad”, puesto que todas esas formas son —según señala Cassirer— de tipo simbólico; concluyendo que “en lugar de definir al hombre como un ‘animal racional’ lo definiremos como un ‘animal simbólico’”.

diciembre 05, 2006

Neumann, Jung y Fordham

erick148
El ser humano, en el transcurso de su desarrollo, parece encontrarse obligado a librar una constante batalla entre aquello que le lleva a su autorrealización y aquella especie de inercia que le empuja en un sentido contrario; desarrollando un proceso al cual el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung denominó "individuación".
Este desarrollo, según el analista israelí Erich Neumann, se lleva a cabo por medio de un despliegue seriado de etapas que estaría regido por el denominado Self o Arquetipo Central.
El arquetipo, recordemos, es un "patrón de organización" que estructura y define las formas en que un fenómeno se despliega; el Arquetipo Central, entonces, corresponde al patrón de organización que guía y subordina al conjunto de todos los demás arquetipos o patrones de organización.
Neumann denominó como "centroversión" a la función que ejerce el Self y que guía al individuo en su evolución a través de las distintas fases de su desarrollo. Este desarrollo lo lleva desde un caótico estado inicial, en que el ego está sumergido en el inconsciente, hasta llegar a la etapa madura de su evolución, más allá de la mitad de la vida. Este proceso ocurre en lo que Neumann denominó el eje ego-self.
El inglés Michael Fordham denominó "deintegración" a la formación del ego a partir del self. Tal concepto supone una evolución que avanza desde un ego que emerge desde el self, al cual estaba integrado, deintegrándose, para luego retornar a él en un proceso de reintegración.
Conceptos similares podrían expresarse señalando que lo que ocurre es un proceso de "diferenciación" entre el ego y el self, para más adelante concretarse una "conferencia" entre ellos. Con la utilización de los términos diferencia y conferencia me parece que podríamos dejar más en claro que el ego y el self están constantemente integrados, conformando una unidad estructural que, aunque evoluciona, conserva su carácter unitario.
Ahora bien, Neumann falleció cuando se encontraba en pleno trabajo de descripción del proceso evolutivo del ser humano desde la perspectiva analítica, habiendo alcanzado sólo a esbozar de manera relativamente detallada sus primeras etapas constitutivas.