agosto 18, 2007

La Trascendencia que posibilita la Terapia


El psiquiatra chileno Armando Roa, en su texto Drogas y Antipsiquiatría, reflexiona acerca de que “el hombre es imagen y semejanza de Dios; si no vislumbra a Dios del cual es su imagen, tampoco se vislumbra ni a sí mismo ni a su prójimo, y no le cabe otro augurio que el profetizado por Foucault, desaparecer como un rostro en la arena”.

Lo que el concepto de Dios pueda significar para cada individuo es algo que no nos corresponde aquí enjuiciar. Ahora bien, el Self para la psicología analítica se refiere, en términos estructurales, a la totalidad psíquica del individuo, conformado tanto por la conciencia, por el inconsciente personal y por el inconsciente colectivo.Al respecto, Carl Jung en Psicología y Alquimia plantea que “en el uso científico del término, el Self no señala ni a Cristo ni a Buda, sino más bien a la totalidad de figuras correspondientes, y cada una de esas figuras es un símbolo del Self”.

El Self, en tanto estructura arquetipal, se revela al ser humano mediatizado por símbolos. La posibilidad para el ser humano de trascender su realidad inmediata y no limitarse a "desaparecer como un rostro en la arena" está precisamente en aprehender el lenguaje de los símbolos, de modo tal de adentrarse conscientemente en su proceso de individuación.

El desarrollo del individuo se realizará ya sea consciente o inconscientemente. Sin embargo, si ocurre del segundo modo estará más expuesto a quedar preso de fijaciones que le impidan avanzar sanamente por su propio camino de individuación.

El trabajo por el desarrollo de una actitud simbólica en el paciente se torna así en una vital herramienta en el trabajo terapéutico. Dicho trabajo supone en el terapeuta el ejercicio de un rol de iniciador en el mundo del símbolo y a la vez oficiante del ritual del proceso terapéutico.

La actividad terapéutica se constituye entonces en una verdadera religión, en tanto su finalidad es lograr religar los distintos aspectos de la personalidad del individuo, en procura del avance en su propia individuación; proceso en el cual los símbolos constituyen por excelencia los entes religadores de la psiquis y, por ello, pueden ser considerados como las flechas de Eros que logran atar la psiquis posibilitando así la anhelada "coniunctio".

2 comentarios:

Adsmo Kiels dijo...

Hay cosas que quedan sin nombre en la psique... una pura representación-cosa, sin representación-palabra alguna... un monstruo; un contenido abominable cuya integración en el self produciría una fragmentación en el yo.

Un objeto malo, queda dentro, escindido, sin posibilidad de ser religado a su contraparte buena.

¿Cuánto puede tomar nombrar el incesto? ¿O la escena primaria? ¿O la figura del tercero excluído? ¿O el propio sadismo?

¿Cuánto puede tomar simbolizar lo innombrable y, a qué costo?

Hay terapias que, cumpliendo el objetivo de sacar a flote lo inconciente, dejan un cúmulo de respuestas sin preguntas (más que preguntas sin respuesta); esas cosas traen una confusión tal que puede fragmentar un yo.

Es necesario un grado de fortaleza yóica para poder pretender la trascendencia. No es imposible ser fuerte en la debilidad. Pero cuesta como nada...

¿Por qué no somos todos iluminados? nos preguntábamos el otro día. Supongo que porque es más fácil dejarse llevar por el río que nadar contra la corriente. ¿Por qué hemos evolucionado así? Vaya uno a saber...

Un abrazo mi estimado.

Se agradece la dedicación a estas ideas y a este espacio.

Seba.-

Adsmo Kiels dijo...

Hola Erick,

Sirah, de evolucionando.worldpress me ha permitido entregar el premio Thinking Blogger Award, que se entrega a los blogs que 'hacen pensar'.

Pasa por mi blog para 'retirar' el premio.

Saludos.