noviembre 03, 2007

La tensión en terapia


El encuentro terapéutico que se establece en lo que podríamos denominar el "self paciente-terapeuta", supone que uno de los mundos que se intersectan en dicho encuentro está validado institucionalmente —correspondiente al rol del terapeuta—, en tanto el otro mundo —el del paciente— acude al anterior en procura de ayuda específica para lo cual acepta y valora la validación institucional que se otorga al terapeuta.

En un encuentro así planteado, es evidente la disparidad que aflora y que genera al menos un par de dilemas. Un primer dilema está en que ambos participantes sean capaces de soportar y sostener a través del tiempo la tensión que implica una situación de distribución disímil del poder en una relación de esta naturaleza. En un segundo nivel y de manera simultánea al anterior, el terapeuta debe procurar mantener y sobrellevar adecuadamente la tensión entre el bagaje profesional-académico-institucional que fundamenta tanto su intervención como su razón de estar en la relación terapéutica, versus la propia situación de encuentro entre dos seres humanos, cada uno con su propio mundo significante.

La tensión puede ser descrita como un diferencial establecido por una contraposición o interacción de fuerzas; en tal sentido, se puede hacer corresponder con el concepto físico de energía potencial. La resolución de dicha tensión corresponde a la distensión provocada por la liberación de la fuerza, ya sea por un desborde descontrolado o un encauzamiento creativo de ella.

Al parecer entonces, una práctica clínica adecuada, una buena práctica terapéutica, requiere de una correcta resolución de las tensiones involucradas.

Dinámicamente, se tiene una polaridad inicial provocada por la aparición de dos fuerzas que interactúan. Dicha polaridad constela el arquetipo del binario, el cual pudiera ser resuelto desde una perspectiva del poder, en cuanto uno de los dos —generalmente el terapeuta— puede generar o hacer presencial algún tipo de poder sobre el otro; o bien desde la perspectiva del amor, en la cual se procura una resolución sintética que mancomune a los dos elementos originales y originarios de la tensión en un tercero en que se establezca la "conjunctionis" o reunión de los opuestos.

Si es la segunda la perspectiva adoptada, se podrá establecer una com-unidad que devenga en un mundo compartido con tensiones internas, pero ya sistémicamente estabilizado, con su propia homeostasis.

En una "unidad compuesta" como la así establecida las tensiones internas se resolverían más bien por cambios tipo 1 que por aquellos del tipo 2, según lo descrito por Paul Watzlawick y sus colaboradores de Palo Alto. Ello, por cierto, hasta el surgimiento de situaciones en que la tensión sea tan grande que derive en una disyuntiva entre la destrucción del sistema o una reestructuración radical de éste.

En el primero de ambos casos, la relación terapéutica se verá finalizada, ya sea por una oportuna derivación por parte del terapeuta, por un "acting" del paciente o definitivamente por el abandono por parte de éste de la terapia.

Por el contrario, en el segundo caso, la tensión entre los opuestos — adecuadamente inducida y orientada por parte del terapeuta— podrá conducir al aumento en la motivación del paciente, de modo tal que se posibilite así un avance hacia la resolución efectiva del problema que le traía a consultar; lo que en términos de Watzlawick significaría la ocurrencia de un cambio tipo 2., es decir, un cambio transformativo.

No hay comentarios.: