y yo me proyecto exteriormente hacia ellos;
y, resulte bueno o malo
formar parte de ellos,
de ellos formo parte;
y de cada uno de ellos y del conjunto
yo tejo el canto de mí mismo”
Walt Whitman. Hojas de Hierba.
En razón de que los seres humanos compartimos contenidos psíquicos y formas de comportamiento inconscientes que son iguales en todas partes y en todos los individuos es que Jung llegó a proponer la existencia de ciertas entidades a las que denominó “arquetipos”.
En tal sentido, los arquetipos constituyen "predisposiciones heredadas a reaccionar de tal o cual modo" o, dicho de otra manera, constituyen una "disposición innata a la formación de representaciones paralelas o bien estructuras universales, idénticas, de la psique". De esta forma, los arquetipos vienen a constituir un símil del concepto de “pautas de comportamiento” o “patrones de organización”.
Por tanto, no cualquier imagen o idea podrá tener el rango de arquetípica. Para que sea posible aseverar que una imagen, una idea o una conducta tiene el carácter de arquetípica debe necesariamente poderse comprobar su existencia idéntica, tanto en su forma como en su significado, de manera transversal en la historia de las culturas humanas.
Para completar el cuadro, debe considerarse que tales patrones de organización en general nos son desconocidos en la vida diaria, por lo que poseen un carácter inconsciente. Además, si ellos se hallan en todos los seres humanos, es posible afirmar que constituyen un inconsciente colectivo. En tal sentido, si el arquetipo habita en el inconsciente colectivo, entonces el símbolo viene a constituir su representación en la conciencia.
Ahora bien, retomando el análisis de las entidades arquetípicas, podrá establecerse, en términos generales, una diferenciación entre figuras arquetípicas -como la madre, el hijo, el padre, dios, el sabio, etc.-, acontecimientos arquetípicos -como el nacimiento, la muerte, la separación de los padres, el matrimonio, etc.-, objetos arquetípicos -como el agua, el sol, la luna, los peces, las serpientes, etc.-, y procesos arquetípicos -como la adaptación, la individuación, la depresión, etc.- .
Por su carácter profundamente inconsciente, los arquetipos no pueden ser captados directamente por la consciencia. Sólo es posible tener conocimiento consciente de ellos por medios indirectos.
Concordantemente, con cierta amplitud de criterio, podemos dar cuenta de que en el Zohar —libro tradicional de la Cábala— se señala: "Antes que cualquier forma hubiera sido creada, Dios estaba solo, sin forma, y semejante a nada. Y por razón que el hombre no es capaz de describirse a Dios como realmente es, no le está permitido representarlo ni en pintura, ni por su nombre, ni incluso por un punto. Pero después que Él hubo creado, al hombre, Dios quiso ser conocido por sus atributos".
De esta forma, la Cábala reconoce la incapacidad del ser humano para conocer lo que podríamos denominar la "esencia divina"; de modo tal que, puesto que aquello que es incognoscible es por tanto permanentemente inconsciente, podemos suponer que existe una potencial analogía entre el concepto cabalístico de Dios —o esencia divina— y el concepto junguiano de arquetipo.
En la misma línea, los símbolos vendrían a constituirse en las "emanaciones" o "atributos" de Dios señalados por la cábala y que son los medios por los cuales, de manera indirecta, es factible acercarse en alguna medida a la esencia divina, al inconsciente colectivo.
De hecho, Dion Fortune nos dice que los cabalistas “no tratan de explicar a la mente lo que la mente es incapaz de comprender, sino que suministran una serie de símbolos para meditar”, limitándose a señalar que "lo Absoluto" está más allá de las posibilidades de conocimiento del ser humano. Esto lo simbolizan situando el llamado “Velo de la Existencia Negativa” en el límite entre lo cognoscible y lo incognoscible.
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