enero 16, 2006

Eros

Para el mundo griego clásico, en particular para Platón, existirían varios conceptos que hoy en día relacionamos con el amor. "Eros" es el amor como deseo amoroso o pasión, "Philia" en tanto es la amistad y "Agapé" el amor en general.

Eros es sólo posible entre seres humanos y es expresión de la tendencia fundamental y constante del hombre hacia el bien, la cual es posible por la vía del conocimiento.

En El Banquete, Platón señala que: "En efecto, éste es precisamente el camino correcto para dirigirse a las cuestiones relativas al amor o ser conducido por otro: con la mirada puesta en aquella belleza, empezar por las cosas bellas de este mundo y, sirviéndose de ellas a modo de escalones, ir ascendiendo continuamente de un solo cuerpo a dos y de dos a todos los cuerpos bellos, y de los cuerpos bellos a las bellas normas de conducta, y de las normas de conducta a los bellos conocimientos, y a partir de los conocimientos acabar en aquel que es conocimiento no de otra cosa, sino de aquella belleza absoluta, para que conozca por fin lo que es la belleza en sí. En este instante de la vida, querido Sócrates -dijo la extranjera de Mantinea-, más que en ningún otro, vale la pena el vivir del hombre: cuando contempla la belleza en sí."

Más tarde, una idea similar pero con un giro distinto será planteada por el cristianismo. Es así como leemos en la Biblia que "Dios es amor" (1 Jn 4, 8). Dicho concepto es elaborado por San Agustín, señalando que para el ser humano, tanto individualmente como especie, el sentido de la vida es la lucha entre el amor a Dios y el amor a sí mismo. Y, a su vez, de esta dualidad, los escolásticos diferenciarán entre el amor de benevolencia, desinteresado, y amor de concupiscencia, egoísta.

Según Freud, el Eros se refiere al instinto o pulsión de vida, al cual se opone el instinto o pulsión de muerte, que luego sería conocido como "Thanatos".

Sartre, por su parte, plantea que "el amor es una empresa contradictoria condenada de antemano al fracaso". El proceso que describe sarte es aproximadamente así: El otro aparece ante nuestra conciencia como alguien que contempla desde fuera nuestra propia subjetividad, de modo tal que, "La fuerza de su mirada desconcierta y tendemos a hacer del otro un objeto de conciencia, hundiéndolo en la subjetividad, para evitar sentirnos sometidos a su mirada. Como la libertad del otro es irreductible, debemos asumir, como proyecto la idea de hacernos amar por el otro: si deseamos poseer a los demás, no basta poseer el cuerpo, hay que adueñarse de la subjetividad, es decir, del otro sujeto en cuanto ama. La empresa es imposible y siempre condenada al fracaso, porque hacerse con la subjetividad del otro es hacerse con su libertad, y ofrecerse a la libertad del otro es constituirse en objeto, alienar la propia libertad. Es una empresa de dioses, imposible para el hombre, y por eso «el hombre es una pasión inútil»"

Pero, después de tanta vuelta, ¿qué es amor para cada uno de nosotros?.

Por mi parte, debo confesar que tengo algunas teorías, teorías a las cuáles también amo y que por lo tanto están llenas de la subjetividad propia del amor.

En primer término, está claro que existen diversos tipos de amor (filial, fraternal, conyugal, parental, etc.) pero al parecer todos ellos refieren a una misma esencia, a una misma emoción aunque canalizada de diversos modos, dependiendo del objeto hacia el que ella se dirige.

En lo personal, yo me imagino al amor como un centro, una fuente primordial que vierte sus aguas luminosas para que quienes estén atentos y logren contemplarlas se nutran de ellas. Una fuente que es a la vez el centro de toda la existencia, por cuanto es en verdad el punto que refiere al círculo que le rodea. Ese punto, que bien pudiera ser llamado dios, es en verdad el ser en su más pura y absoluta realidad. Alrededor de él, reflejando el ser, se encuentra la existencia y en ella nos encontramos subsumidos todos aquellos seres que existimos desintegradamente.

El amor entonces, es aquello que nos recuerda que en verdad somos un único ser, es, por decirlo así, la universalidad, la vocación de universo que rige lo diverso que somos nosotros. El amor entonces es ni más ni menos que aquello que nos conduce y nos llama hacia el hombre integral.

Obviamente no me refiero necesariamente a una existencia física del amor como centro, pero es una existencia tan real como el significado de las palabras y como cualquiera de nuestros pensamientos. Es una existencia simbólica.

Si ese amor existe en el centro alrededor del cual giramos todos, no obstante, nos está velado contemplarlo directamente. De hecho los judíos plantean que es imposible mirar a Dios a la cara y el único hombre que lo habría hecho pudiendo sobrevivir habría sido Jacob.

Pues bien, ¿estamos entonces condenados, tal como lo señalaba Sartre, a la imposibilidad real del amor?

A mi modo de ver, existen alternativas. Una de ellas es la visión que logran los místicos al alcanzar la iluminación necesaria para acceder a la conciencia de ser uno con la existencia y con dios.

Otra alternativa, menos mística, pero más humana es la del amor pasional, de Eros.
Eros, como por todos es sabido, no existe de manera concreta: es un símbolo. Pero los símbolos sí tienen existencia y su función es la de reflejar ciertas realidades superiores o meta-abstractas que nos es imposible distinguir directamente por nuestro entendimiento.

Debido a la excesiva meta-abstracción del amor -o de dios-, sólo un símbolo muy especial nos permite ver su reflejo. Ese símbolo tan especial es otro ser humano, un ser humano, eso sí, que reúna ciertas características especiales que nos permitan ver ese reflejo.

Por cierto que del amor que hablamos no es un amor etéreo, sino uno muy concreto, tan concreto como aquellas pasiones que devoran el cuerpo y que hacen estremecernos cuando aquella amada nos ilumina con su mirada y nos abraza con su cuerpo.

La creación, por tanto, es fiel reflejo de ese amor del cual hablamos, por cuanto es la victoria del ser por sobre la diversidad. Es una dualidad -una diferenciación- que se fusiona y que logra realizarse en una nueva unidad. Es la generación producto de la diferenciación sexual y que se traduce en una nueva vida.

Ahora bien, es probable que sean más de uno los seres humanos en que podamos contemplar el reflejo de ese centro, algunos reflejarán más nítidamente, otros lo harán con ciertas deformaciones. Lo cierto es que probablemente nuestra búsqueda del amor se traduzca más bien en una búsqueda sagrada en que procuramos encontrarnos con dios en el rostro de quien amamos.

Y, porque no decirlo, creo haber divisado a Dios varias veces, pero aún lo sigo buscando... no en las nubes ni en las iglesias, sino en el calor y la luz de otro ser humano.


Santiago, 04 de noviembre de 2005.

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